La palabra no coincide con la vida. Decimos muchas cosas que
luego no cumplimos. Es verdad que en algunos momentos nuestro corazón habla
despegado de la cabeza y, luego, tomamos conciencia que lo que hemos dicho está
lejos de que podamos cumplirlo.
Nos traicionamos porque nuestros sentimientos no van en
sintonía con nuestras realidades. Una cosa es hablar y otra hacer. Lo admirable
de Jesús es que lo que decía lo hacía. Vivía en Verdad y Justicia, y cumplía su
Palabra. Indudablemente que Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Por eso, nuestra
esperanza descansa en Él. Porque sólo Él tiene Palabra de Vida Eterna. Y unidos
a Él podemos mover montañas. Pero eso implica que también nosotros estemos
unidos, porque lo que les ocurre a los demás nos ocurre también a nosotros.
Tomemos conciencia que Él, donde dos o más se reúnan en su Nombre, estará
presente, y en Él nunca perderemos.
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