miércoles, 9 de noviembre de 2016

El diálogo merece atención, porque si no escuchamos atentamente no podemos responder ni entender lo que nos dice el otro. Orar es hablar con Dios. Y ese hablar necesita atención y escucha para poder entender y responder con compromiso. Pero, también necesita silencio. Silencio exterior e interior.

Los templos, también llamados iglesias, son lugares santos donde los creyentes acudimos a orar. Es decir, a hablar con Dios. Pero ese diálogo necesita silencio y respeto. No podemos hablar con varias personas a la vez, y el ruido o movimientos nos distraen y nos impiden o molestan nuestras oraciones.

Tratemos de tomar conciencia de estas actitudes que convierten a nuestras iglesias en lugares y encuentros superficiales y que, sin darnos quizás cuenta, marginamos a Dios con nuestras habladurías y chismorreos. Está bien encontrarnos, saludarnos, pero, después de hablar con Dios, hablemos en la calle, al calor de un café si es posible, de nuestras inquietudes y problemas.

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