domingo, 20 de noviembre de 2016

En la vida podemos sostener tres actitudes ante el misterio trascendente de la Revelación de la Palabra de Dios. Quizás podamos encontrarnos en una de ellas y sería bueno meditarlas ante los comportamientos que presentamos en nuestra propia vida. Porque, sin darnos cuenta, la vida se va rápidamente.

No cabe ninguna duda que, incluso a pesar de que muchos no lo saben o no muestran interés por saberlo, todos buscamos la felicidad y la eternidad. Nuestra preocupación por la salud así lo descubre. Pero, ante la proclamación de la Palabra, la primera actitud es la de mostrarnos indiferente y hasta reírnos. Solemos decir que nadie ha resucitado para decírnoslo.

La segunda, la de los soldados y pueblo en general que burlándose le incitaban a salvarse a sí mismo. Quizás nosotros mantenemos la misma postura. Muy cercana está también la tercera, la de aquel ladrón malo que le provocaba para que usara su poder y, salvándose, también les salvara a él. Quizás, la del buen ladrón, reconociendo sus errores y abandonándose en las Manos de Jesús sea la actitud buena.

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