Hoy, Jesús lo deja claro en el Evangelio. Observa y descubre
que muchos dan grandes sumas de las que hacen ostentación y ruido para ser
vistos. Pero su valor, aun siendo grande económicamente, no lo es delante de
Dios, pues esas limosnas no dan dolor, ya que les sobra, y sí honores.
Jesús, por el contrario, enaltece y alaba la actitud de la
viuda, que siendo pobre, da de lo que tiene, aún quedándose con poco o nada. El
valor de la caridad no está tanto en la cuantía sino en el desprendimiento. Es
generoso aquel que es desprendido y su corazón está liberado del egoísmo de
poseer.
Porque quienes están
sometidos a tener, tanto material como espiritual, se apoderan de los bienes y
de la espiritualidad e intenta someter a los demás. Porque el dar implica no
pedir cuenta, sino ofrecer disponibilidad y servicio. En nosotros se puede
entender bien, pues nos ha sido dado todo, incluso la salvación sin ninguna
condición.
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