martes, 8 de noviembre de 2016

La rutina de nuestra vida es peligrosa, porque, sin darnos cuenta, vamos haciendo normal lo que no lo es. Y así, parece normal aquello, aunque no lo sea, que hacen todo, hasta el punto que ya hablar y no guardar silencio es como algo permitido y de derecho.

Se rompe el silencio y, en algunos momentos, se hace difícil escuchar y concentrarse en escuchar y hablar con el Señor. Además tanto movimiento y trasiego de un lado para otro distrae y no te deja prestar atención, interior y exterior, a tu propia oración y diálogo con el Señor.

Es conveniente revisar nuestras actitudes y hacer el esfuerzo de, cuando entramos en el templo, guardar silencio y recogimiento, tanto exterior como interior. Porque para escuchar y hablar con el Señor necesitamos serenidad, paz y silencio, tanto interiormente como exteriormente.

2 comentarios:

  1. Es muy cierto lo que Usted dice pienso y creo que la Persona más importante del Templo es el Señor y todo silencio sea físico y mental es para un encuentro personal. He optado por sentarme en un lugar lejos de las personas amigas y conocidas para evitar distracciones.

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  2. Sí, se ha perdido el respeto al silencio y se ha hecho ya una costumbre que se ve normal. Costará mucho reeducar a la gente, porque eso está en sintonía con la conciencia y la fe de cada uno. El templo, aparte de que tú tienes dentro de ti, es también un espacio físico donde hay que guardar silencio por respeto a los otros, pero sobre todo al Señor, que es a quien visitamos.

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