Hablamos de María como de José sin experimentar las tribulaciones, dificultades y tropiezos que soportaron sosteniéndose fieles al
Señor. Hablamos, sin entender ni experimentar, los contratiempos que se
levantaron en sus vidas que le impedían y aconsejaban abandonar y no seguir
adelante.
Ellos torearon a los toros desde la plaza, cara a cara, y
siguieron adelante creyendo en el Señor. Ellos fueron humildes y aceptaron esos
contratiempos en sus vidas. María imita a Juan a ser la siempre humilde y dar Gloria
a Dios por hacer maravillas en el ella. Está llena de Gracia porque el Señor
está en ella. Su vida se convierte en un torrente de servicio y amor.
No miremos al mundo,
sino contemplemos a María. Miremos al pesebre y desde esa mirada busquemos
nuestro pesebre en el mundo que vivimos. Está dentro de ti. Sólo tienes que
llenarlos de paja (pobreza), humildad y servicio, y todo se convertirá en amor.
Entonces nace el Niño Dios.
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