domingo, 12 de marzo de 2017

Cada tiempo tiene sus esperanzas y adversidades. Y en todos padecemos la duda y la incomprensión. Se nos hace difícil continuar el camino si nuestra esperanza decae y se debilita. Por eso, necesitamos un empujón que nos fortalezca y nos relance.

Un acontecimiento que nos renueve nuestra fe y nos mantenga firme con la esperanza fortalecida y esperanzada en Aquel a quien seguimos y creemos. Y eso es lo que acontece en el monte Tabor. Una parada para darnos cuenta que Jesús, el Señor, tiene que padecer y morir.

Pero, también, un adelanto de su Gloriosa Divinidad y su triunfo sobre la muerte. Un acontecimiento donde se descubre su eternidad al dialogar con Moisés y Elías, signos y figuras de todo el pueblo elegido donde está contenida la Ley y los profetas.

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