Todo lo que se haga
voluntariamente tiene más valor que aquello que se hace obligatoriamente.
Porque, quitada la obligación, se haría otra cosa o no se haría lo mandado. Y entonces estaríamos a merced del error y la
injusticia.
Siempre y cuando eso mandado
sea el bien para todos. Y eso sólo está en Manos de Dios, Señor de todo lo
creado y hacedor del bien y la verdad. Por eso, lo primero es ponernos en Manos
del Señor. Es decir, amarle con todo nuestro ser y obrar. Con toda nuestra
mente y fuerzas.
Y eso nos implica también con el prójimo, porque
siendo todos hermanos e hijos del mismo Padre. Y gozando todos del mismo Amor Paternal,
es de sentido común que todos nos amemos y nos respetemos, buscando el bien de
cada uno. Porque esa sería la Voluntad de nuestro Padre.
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