Lo primero que recibió María fue un saludo alegre: «Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo». Son las primeras palabras del Ángel
Gabriel. No la saluda ni le dice hola, sino la invita a alegrarse, porque ha
sido la elegida para ser la Madre del Hijo de Dios.
¿Puede haber
alegría mayor? Y para nosotros eso significa que también debemos estar alegres,
porque tenemos una Madre común con el Señor y porque también, por la
encarnación, Dios se hace Hombre y baja a nuestro mundo a liberarnos del
pecado.
Por lo tanto, vivamos con alegría el
sabernos salvados y llamados al gozo y plenitud de la vida eterna. Vivamos con
alegría porque tenemos a María, la Madre que nos protege y cuida, y nos lleva
al Señor, su Hijo, Fuente de Agua viva que salta a la Vida Eterna.
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