jueves, 6 de abril de 2017

La vida, salvo raras excepciones, no es para un día. Y, por poco tiempo que tengamos de vida, siempre dejaremos huellas de nuestro amor. En y con esa medida seremos también nosotros medidos. Por lo tanto, nuestra esperanza se apoya en la expresión y obras de nuestro amor.

Porque la promesa de Jesús está en íntima relación con el amor. Si amas, crees, y si crees en el Amor que Él te da y así lo transmites a los demás, tendrás Vida Eterna. No hay ninguna forma de ocultarlo o aparentarlo. El amor se ve, se nota y se toca. Está, es, o, no está y no es.

Jesús nos lo deja muy claro. Y el mejor camino es confiar en Él. La reflexión está clara, del mundo no podemos esperar nada que nos dé la vida eterna. Sólo Jesús nos la garantiza: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás».

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