viernes, 14 de abril de 2017

No se puede pensar en otra cosa, porque, tras la muerte que nos acecha y nos aguarda, hay esperanza de vida, de Vida Eterna. Pero de una Vida que se descubre, tras ser atravesado su costado y manar agua y sangre, en el Bautismo y Eucaristía. Dos Sacramentos necesarios para la Vida Eterna.

Es la Vida nueva que Jesús, tras su muerte en la Cruz nos ofrece y nos descubre. Una Vida transformada en un Reino nuevo. Un Reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Ese Reino que todos los hombres buscan en el poder, la riqueza y la ambición y, equivocados se destruyen.

Porque sólo en el Amor se puede encontrar. Un Amor que al propio Jesús le llevó a entregarse, a partirse y repartirse. Y a darlo todo hasta el extremo de entregar su propia vida por verdadero amor. Es ahí donde tendremos que buscar ese nuevo Reino, porque dándonos en amor lo encontramos.

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