La vida se vuelve dura. Para unos desde el principio, pero
para otros a través del camino. Unos tempranos y otros más tardes
experimentaremos la soledad, el sufrimiento, el dolor y todo aquello que te
amenaza con hacerte dudar y desistir de tu seguimiento al Señor.
No es fácil sostenerse firme y seguir los pasos del Señor.
En cierta forma es lógico, son pruebas que nos descubren la firmeza y el compromiso
de nuestra fe. Porque, sólo en esos momentos de lucha, de dolor y de
sufrimiento podemos demostrar el compromiso de nuestra fe.
Pero, el conocer que
está ahí, acompañándonos y que, como nos dice hoy en el Evangelio, que reza por
nosotros, nos da fuerza y ánimo para continuar el camino. Padre santo, no ruego sólo
por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en
mí, para que todos sean uno.
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