Jesús sabe y conoce la naturaleza humana. Él ha venido a
sacarlo de la esclavitud, y a liberarlo y salvarlo. Sabe de sus limitaciones y
su cansancio. Y conoce los extremos que le salpican y le ponen al borde del
abismo. Conoce sus fatigas y sus afanes, que, en ocasiones, le desestabilizan y
le hunden.
En esas circunstancias, Jesús nos invita a ir a Él y, en Él,
apoyarnos y descansar. Mirándole, aprendemos a no desesperar y a ser manso y
humilde como Él. Todos los afanes de la vida son pasajeros, y la muerte es el
glorioso camino para encontrarnos con Él. Es el momento de la verdad.
Su presencia nos
alivia y nos serena. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y en El nada podemos
temer. Quizás no lo descubramos como nos gustaría, pero sí le experimentamos y
descubrimos como Él quiere que sea. Porque, Él nos conoce y sabe lo que nos
conviene en cada instante de nuestra vida. Pongámonos en sus Manos y
descansemos en Él.
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