Hoy en el Evangelio, Jesús nos habla de las buenas semillas
y de las malas hierbas, cizaña. Ambas crecen juntas, pero no con las mismas
intenciones. Mientras unas dan buenos frutos y son para el bien del hombre, las
otras son venenosas y tratan de hacer daño al hombre, hasta el punto de
destruirlo.
El mundo es ese sembrado donde están las buenas semillas
plantadas por el Señor, pero también donde existen las malas, plantadas por el
diablo. Es lógico que al final se haga justicia, y las malas sean castigadas o
condenadas. Tal y como intentamos hacer, los de buena voluntad, en este mundo.
Esa es la conclusión a la que llega el Señor: «De
la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así
será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán
de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los
arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga
oídos, que oiga».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.