No debemos dejarnos llevar por las apariencias. En muchos
casos, y con bastante frecuencia, quedamos sorprendidos ante la humildad y
sencillez de algunos actos. Es condición indispensable acercarnos y verlos con
nuestros propios ojos, pues sólo una experiencia personal puede descubrirnos su
importancia y notoriedad.
El caso de Natanael nos hace pensar, y también nos
interpela. ¿Somos nosotros descubiertos y desnudos ante la presencia del Señor?
¿Sabe el Señor quienes somos? Es lógico y de sentido común que Jesús llame
nuestra atención, pues su misión es salvarnos. Salvarnos de la corrupción del
pecado y de la muerte eterna.
Pero, nosotros algo
debemos hacer, y consistirá en acercarnos. Es decir, acudir a su llamada y,
como Natanael, ver quién es ese Señor, escucharle y conocerle. Porque, sólo
conociéndole descubriremos quien realmente es, y también podremos proclamarle a
otros. Por lo tanto, tratemos de escuchar esa llamada, que quizás nos llega a través
de algún Felipe, y despojémonos de nuestros prejuicios.
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