No sabemos cómo ni por qué ocurren esas cosas. No sabemos de
dónde nos viene esa fe interior que nos hace creer y ponernos en movimiento. El
pasaje de la mujer cananea es una de esas vivencias que nos lo explica y pone
de manifiesto. Aquella mujer creía en Jesús y en Él tenía puesta todas sus
esperanzas.
Posiblemente, Jesús apuró la situación porque quería
arrancarle un buen testimonio de fe. Sabía el esfuerzo y la constancia de
aquella mujer que le seguía detrás dando gritos de suplicas. ¡Qué grande es tu
fe, mujer!, fueron las Palabras de Jesús. Que se cumpla tal y como has creído.
También nosotros
podemos escuchar dentro de nuestros corazones esas palabras. Pidamos también
tener esa fe y abrámonos a ella. Confiemos en Jesús. Él espera nuestra súplica
y desea concedernos esa Gracia, porque nos quiere salvar y a eso ha venido.
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