Aquellos hombres se experimentaban molestos por el poder de
curar de Jesús, por su bondad, y buscaban razones para fastidiarlo. Incluso,
tan cegados estaban que justificaban la ley del sábado para impedir que Jesús
hiciera el milagro de aliviar al hombre con parálisis en el brazo.
También ocurre hoy que nos fastidia que otros hagan el bien.
También nos genera envidia la felicidad de otros que se sienten bien haciendo
el bien. Ponemos leyes y prohibiciones para fastidiar la felicidad y la buena
predisposición de otros a hacer el bien.
Queremos someter a
los demás a nuestras propias leyes y proyectos. Queremos ser los que mandamos y
no resulta incómodo que otros, no sólo las incumplan, sino que lo hagan en
beneficios de los que necesitan ser atendidos y curados. Entonces, buscamos
recursos para encontrar de qué acusarles.
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