El hombre se enfada y rechaza todo aquello que
le hace sufrir. Sin embargo, no lo ve así, o al menos no se enfurece tanto
cuando eso le sucede al vecino. En el fondo nos preocupamos cuando somos
nosotros los que experimentamos el sufrimiento. Porque, Jesús experimentó el
sufrimiento. Y lo hizo voluntariamente, sin tener ninguna culpa.
Podría quedarse quieto y rechazar ese plan de
salvación de Dios. Pero, no fue así. Ni siquiera la Virgen, elegida para ser su
Madre rechazó esa difícil misión. Ambos sufrieron voluntariamente por ti y por
mí, y lo hicieron en silencio, obedientes a la Voluntad de Dios. No sufrieron
por gusto, sino por amor a los demás.
Ofrecieron sus vidas para salvar a todos los hombres. Se
entregaron a cumplir voluntariamente la Voluntad del Padre, es decir, amar a
todos los hombres hasta el extremo de dar sus vidas. Pero, hay una condición,
creer en Él. Se hace necesario la fe y la confianza, que depositada en Él nos
dará la Vida Eterna.
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