El hombre, sin saber cómo y por qué, experimenta un deseo de
felicidad y salvación. No se resigna a morir. Ningún animal protesta. Acepta la
muerte como algo muy natural y sabe que la tiene amenazada cada momento de su
vida. El hombre, por el contrario, busca seguridades y lucha para que su vida
se prolongue y sea eterna.
Jesús, el Señor, entrega su Vida voluntariamente, como único
camino de salvación. La entrega por amor, y sabe que el hombre, tocado y herido
por el pecado, se resiste a amar. Quiere poder y fuerza e imponer su voluntad.
Se entrega a sus apetitos sensuales y a sus egoísmos viciados por el pecado.
La Cruz es el signo
de salvación del hombre. Cristo muere crucificado en ella por amor, y su Madre
soporta con obediencia y fe el dolor de ver a su Hijo sufrir y entregar su
Vida. Ambos aceptan el Plan del Padre y obedecen confiados en Él. La Cruz nos
salva y también nosotros compartimos la nuestra con el Señor y con su Madre.
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