En este mundo todo se mueve con criterios de interés. Tanto
eres, tanto vales. Difícilmente aceptarán lecciones o enseñanzas del Hijo de un
carpintero, aunque les sorprenda y les deje asombrados. Tratarán de
justificarse y buscar razones para rechazarlo. O le pedirán pruebas y
testimonios para dar crédito a sus palabras.
Está claro lo que le sucedió a Jesús en su propio pueblo de
Nazaret. Allí no podría dejar de ser el hijo del carpintero José, y ya podría
decir lo que sea, que se le exigiría dar señales y pruebas de su Palabra. Por
eso, es verdad que nadie es profeta en su tierra. Y todos pasamos por eso.
Sin embargo, no nos
gusta que se nos ignore y que, habiéndole rechazado, vayan sus obras a realizarse
en otros lugares. Queremos siempre imponer nuestros criterios y nuestras
razones. Pero, Jesús se abre paso entre ellos con su autoridad y su Palabra.
Quizás nos convendría ser algo más humilde y pedir más fe.
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