Nuestros gustos
deben ser controlados, porque de no ser así actuamos como los animales. Ellos
no se pueden controlar y siguen la ley de los instintos tal y como están
programados. Se puede adivinar incluso lo que van a hacer, pero, el ser humano
puede controlar sus pasiones y encauzarla hacia el bien y la verdad. Por eso
somos personas.
Cuando nos
enfrentamos a nuestros gustos y pasiones nos damos cuenta que podemos
controlarlas y dirigirlas al bien común. Somos libres, pero tenemos una
voluntad para encauzar esa libertad hacia la verdad y la justicia buscando
siempre lo bueno, lo bello, lo verdadero y justo.
En este sentido, los ángeles nos ayudan y nos
protegen. Experimentamos sus asistencias cuando somos capaces de sobreponernos
y de superar esas pasiones y apetencias que tratan de arrastrarnos hacia lo
malo, lo injusto e irresponsable. No los vemos, pero los sentimos y los
notamos. Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me acompañan.
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