Necesitamos discernir y
darnos cuenta que sólo escuchando la Palabra del Señor y, puestos y disponibles
en sus Manos, nuestras obras serán válidas y buenas para transformar en mundo.
Porque es l Señor quien en última instancia lo transforma, aunque para ello se
valga de nosotros.
Por lo tanto, lo primero es
estar con y en el Señor. Abrirnos a su Voluntad y estar, por la libertad que el
mismo nos ha dado, disponible para escucharle y cumplir su Voluntad. Solos no
podremos, pero en Él lo realizaremos y triunfaremos. Eso fue lo que hizo María,
su Madre. Pura sumisión y obediencia a su Palabra.
Y también otra María, la hermana de Marta, aprovecho la presencia de Jesús para
escucharle atentamente y escoger la mejor parte. Escucharle y, por y con su
Gracia, actuar en su Nombre. Es esa la mejor opción y la verdadera oración, la
de descubrir que Dios es nuestro Padre, nos ofrece su Reino y nos abre sus
brazos a nuestras necesidades, perdonándonos tal y como nosotros también
perdonamos. Y dándonos fuerzas para salir y vencer las tentaciones.
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