Cuando tratamos de evangelizar, significamos que se trata de
vivir la Palabra de Dios en nuestro medio y circunstancias y, con la vivencia y
testimonio, transmitirla y darla a conocer. Porque, no se conoce lo que se dice
y transmite por palabra, sino fundamentalmente con la vida.
Por lo tanto, en mi humilde opinión, la dicha de un creyente
cristiano empieza por vivir en la Voluntad de Dios. Es lo que descubre y
transmite hoy nuestro Señor Jesús: «Dichosos más bien los que oyen la
Palabra de Dios y la guardan». Y todo método o estrategia debe estar apoyada en esta
premisa. Sólo aquel que escuchan la Palabra para hacerla vida, son los dichosos
y bienaventurados.
La Palabra de Dios, ha dicho el Papa, no
puede conservarse en naftalina. Y yo añado, porque no se trata de conservarla
guardada para que no se estropee, sino que es para vivirla y hacerla vida a
impulso del Espíritu Santo, que nos la propone y la ilumina impulsándola en
nuestros corazones disponibles y abiertos a su acogida.
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