El hombre se cree importante y sabio. Su ignorancia es
atrevida y, creyéndose grande no advierte que está sometido a las leyes
naturales, y su mirada no traspasa lo natural. Permanece en la tierra y no
levanta el vuelo ni entiende lo que está por encima. Es decir, lo sobrenatural.
Ocurrió con Zacarías. No podía entender lo que le anunciaba
el Ángel Gabriel y, desde su comprensión humana exigía pruebas que le dieran
comprensión a lo que Gabriel le anunciaba. ¿Acaso su Dios no tenía poder para
que su mujer Isabel concibiera aun siendo estéril?
Zacarías lo dudaba y
en castigo a esa desconfianza quedó silenciada su voz hasta que naciera el hijo
anunciado por el Ángel Gabriel. Solicitado su nombre, Zacarías escribió que su
nombre sería Juan. Y en ese instante su lengua quedó desatada. Juan, apodado el
Bautista, llamaba al arrepentimiento y al Bautismo, camino de preparación para
Aquel que llegaría para bautizar con Espíritu Santo.
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