No es fácil escuchar la voz que nos viene de arriba. Una voz
que nos llama al amor para salvación de todos los hombres. Porque, el amor es
amor, valga la redundancia, cuando no se queda en uno mismo, sino que se
prolonga, sale de ti e invade al otro, contagiándole de paz y verdad.
Y eso es lo que lo hace Jesús con cada uno de nosotros.
Viene a darse, a, renunciando a sí mismo, darnos la paz, el amor y la justicia.
Una paz que nos hace hermanos, hijos de Dios y coherederos en Jesucristo, de su
Gloria. Eso nos obliga, no sólo a escuchar su Palabra, sino a proclamarla y
darla a conocer.
Porque, Jesús viene
para todos, y que llegue a muchos otros dependerá de tu testimonio e
implicación en esa misión, nacida desde y en tu Bautismo, de proclamar la Buena
Noticia de Salvación a todos aquellos que se abran también a la Palabra de
Dios.
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