Nuestra tendencia, por nuestra humanidad pecadora, tiende a justificarnos. Siempre nos estamos justificando y muy pocas veces aceptamos nuestras culpas o nuestras
limitaciones. Posiblemente, la envida, la soberbia y el odio nacen de esa
resistencia a justificarnos. Y de ahí procede también nuestro rechazo a la fe.
Cuando aceptamos nuestra condición pecadora y nuestra
ausencia de justificarnos, estamos en situación de empezar a convertirnos y,
por supuesto, a creer. La conversión es pasar de un estado de incertidumbre, de
dudas y de agnosticismo a la fe. Es el camino de dejarnos guiar y de
disponernos a escuchar.
Cuando entregas tu
corazón, tu fe se enciende y prende todo tu ser. La fe es la ausencia de resistirte
a la justificación. Tú, también yo, estás en la misma situación que estuvieron
otros. José y María, con sus testimonios, nos enseñan a creer. Si te abres a la
Gracia de Dios, tu fe empezará a empujarte a obedecer la Voz del Espíritu de
Dios. Pues, lo has recibido en tu Bautismo.
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