El creyente en Jesús experimenta la necesidad del desierto.
Un desierto que significa esfuerzo, silencio, dureza y sobriedad. Un desierto
que nos exige austeridad y lucha, y también riesgos y peligros. Una travesía
que nos prepara para el seguimiento a Jesús, que se hace duro y nos exige
caminar contra corriente.
Para muchos creyentes ha significado el coste de entregar la
propia vida. Para otros, una cruz y lucha por mantenerse firme y fiel a la
Palabra del Señor, y para otros una vida dedicada al servicio y a la renuncia
de sí mismo. Todos, de una forma u otra ha ido entregando su vida trozo a trozo
hasta el momento de tratar de darlo todo por amor al Señor concretado en el
amor al prójimo.
Sin embargo, no
podemos obviar que en todo este camino hay alguien interesado en que no llegue
a buen fin. Trata de ponernos la zancadilla y confundirnos y falsear los
obstáculos con mentiras y espejismos que tratan de seducirnos para que,
sometidos y instalados en ellos, abandonemos la travesía por el desierto. Mucho
cuidado porque el diablo nos acecha.
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