A pesar de mil y una razones, el hombre se deja llevar más
por la influencia de sus prejuicios, malentendidos y confusiones como
justificación para despreocuparse y rendirse al ejercicio de sus pasiones.
Busca el resultado inmediato y la felicidad mezquina, porque nunca es plena, de
las migajas que el mundo le ofrece.
Y, ofuscado y ciego, se entrega a la razón del pecado. Pone
en tela de juicio todo lo que no se ajusta a sus planes y a sus propios
intereses y rechaza todo lo que no concuerde con su razón y su beneficio. Por
lo tanto, ¿quién es ese Jesús? ¿No conocemos nosotros a su familia?
En la medida de su
ceguera su corazón se endurece y su impotencia para amar le hace infeliz.
Buscaba la felicidad y experimenta la infelicidad al no poder amar. Porque, el
hombre sin amor no puede ser feliz. Necesitamos fiarnos del Señor y confiar que
Él nos aclare todo.
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