La travesía del recorrido de nuestra vida no es fácil. Hay que atravesar muchos desiertos, entendiendo como desiertos todas esas pruebas
con las que el mundo nos tienta. Discernir cuando debemos apartarnos del
mundanal ruido y abstraernos de sus tentaciones serán los momentos más
difíciles e importantes de nuestra vida.
Porque, en esa lucha consiste nuestra salvación. Obviar todo
aquello que se nos presenta como una oportunidad de servir y darnos en amor a
los demás, tendrá luego, queramos o no, la recompensa que hoy, Jesús, nos
presenta en la parábola del rico epulón.
Tratemos de no ser
personas como aquel rico epulón que, olvidándose del pobre Lázaro, pasó toda su
vida banqueteándose y olvidándose del sufrimiento de Lázaro. Y no porque nos lo
tengamos que tomar como un sacrificio, sino porque nuestra inclinación natural
es el amor y sólo amado seremos eternamente felices.
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