miércoles, 11 de abril de 2018

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La esperanza es una imperiosa necesidad para el hombre. De tal forma que un hombre sin esperanza es un hombre muerto. Carece del impulso de cada día para levantarse y luchar. Pero, el problema se esconde también en la calidad del objetivo. Porque, si esta meta es material, el hombre no va a encontrarse realizado.

Necesita algo más, porque si mira simplemente a este mundo, su esperanza es vana y caduca. Todo lo de aquí abajo está llamado a morir y a permanecer en la tristeza. El hombre busca algo más espiritual, algo que trascienda, porque su corazón le impulsa a eso.

El hombre aspira a la trascendencia y en ella pone todas sus esperanzas. Una trascendencia que le habla de una vida mejor, de una vida en plenitud, de una vida eterna. Una trascendencia que se corresponde con las Palabras de Jesus: “Mi Reino no es de este mundo –Jn 18, 36-.

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