No tendría mucho sentido que Dios no se deje ver, o
que se nos esconda a nuestros ojos y luego, ante la exigencia de algunos se nos
muestre y se deje ver. No tendría sentido llegar a ese extremo, ni tampoco
tanto dolor y sufrimiento, ni tampoco los cuarenta años por el desierto y la
esclavitud en Egipto.
Tampoco tendríamos ningún mérito, entre comillas, al
dársenos todo masticado y hecho. Dios nos exige confianza en Él. Para eso nos
ha hecho libre y nuestro mérito, si así se puede decir, porque todo es don y
gracias recibidas de Él, es confiar y creer en su Palabra.
Por
eso, más que exigir decidamos creer. Seamos obedientes a su llamada y dejémonos
guiar hacia el verdadero redil, donde encontraremos ese gozo y felicidad eterna
que buscamos. Su Palabra y sus Obras le descubren como el enviado, el Hijo de
Dios hecho Hombre que nos da Vida Eterna en plenitud.
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