Parece de sentido común que lo razonable es buscar, no la
inmediatez, sino lo que permanece y es bueno. Lo que a la larga te va a servir de
gozo y felicidad. Con esas miras la gente trabaja y se esfuerza para conseguir
un futuro mejor. Eso es la opción más inteligente y, por supuesto, la mejor.
Sin embargo, en la cabeza de toda persona vive el deseo, no
sólo alcanzar la felicidad, sino de mantenerla eternamente. Es una alianza y
pacto que Dios ha hecho con su pueblo –Jr 31, 31-33- y que lo ha sellado a
fuego en el corazón de todos los hombres. Y esa alianza es la que persiguen y
buscan todos, incluso aquellos que la ignoran y no la conocen.
Se hace necesario
buscar a ese Dios que nos ha creado para volver a Él. Ese Dios que ha sellado
en nuestros corazones el deseo eterno de felicidad. Porque, es realmente eso lo
que nos interesa, ese Pan de Vida Eterna que Jesús, el Hijo enviado, nos revela
y nos ofrece: Quien cree en Mí tendrá Vida Eterna.
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