Si no es tan fácil amar a los amigos cuando las dificultades
se presentan, cómo podemos amar a los
enemigos en cualquier momento. Porque un enemigo es aquel que te perjudica y te
hace mal, y al que tú tienes que responder haciéndole bien. Verdaderamente se
hace difícil vivir en esa actitud.
Sin embargo, la exigencia está clara, «Éste es el mandamiento mío: que os améis
los unos a los otros como yo os he amado». Y en ese mandato están incluidos
los enemigos. Así que no hay otro camino, si quieres ser discípulo de Jesús
tendrás que pasar por esta exigencia y tratar de cumplirla.
Pero, nuestra esperanza está en que no
estamos solos. Tenemos la promesa del Paráclito, el Espíritu Santo, que nos
acompañará y nos dará la capacidad, la fuerza y sus dones para poder cumplir
ese mandato que nos pone el camino cuesta arriba. Abriéndonos a su acción todo
irá cambiando hasta el punto de convertirse en carga suave y ligera.
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