Hoy, las primeras comuniones y bautizos pueden ser reflejos
de ese momento en que Jesús tomó el látigo y la emprendió con todos aquellos cambistas
y mercaderes que habían convertido el templo en un lugar de intercambios y
negocios siendo un lugar de oración. Porque, el móvil de los mal llamados
creyentes es la fiesta y el de la sociedad el comercio de todo lo que hace
falta para la fiesta.
La fe brilla por su ausencia en casi todas las personas y es
mayoría los que viven el sacramento desde una festividad profana que no
creyente. La Iglesia se ve impotente en ordenar todo eso. Por un lado, teme que
la gente se vaya y sea peor la exigencia de celebrar una fe coherente y
fundamentada. Y, por otro lado, no sabe que realmente se debe hacer.
Pienso que no se
puede espantar a la gente y se debe usar esa tradición o costumbre con los que
muchos se acercan y la celebran como una oportunidad para evangelizar y para
acercarles al Señor y a su buena Noticia. Pero, también, hay que buscar nuevas
circunstancia donde se pueda presentar de una forma más pausada y tranquila la
buena Noticia del Mensaje de Jesús.
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