viernes, 15 de junio de 2018

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La ley es necesaria y complementa, pero no suficiente. Hay que ir más allá y contemplar el bien o el mal que conviene al hombre. Y, aunque la letra no pueda llegar a descubrir la buena o mala intención, el espíritu si puede contemplar desde la misericordia y el amor las últimas intenciones que persigue cualquier acto del hombre.

Y es esa buena o mala intención referida a la búsqueda de la verdad, la justicia y el bien es lo que debe determinar la aplicación justa de la condena. Porque, con frecuencia tratamos de esconder y justificar nuestras segundas y egoístas intenciones aparentando lo que realmente no es y desdibujándolas con apariencias y espejismos.

Todo se concreta en desviar la verdad y aparentarla con la mentira. Está en juego la fidelidad, y eso nos compromete y va contra nuestras apetencias e intereses. Queremos deleitar nuestra vista y dar rienda suelta a nuestros deseos lujuriosos y sensuales, y falseamos la verdad. Al final quedamos retratados, porque la verdad sale a relucir.

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