viernes, 8 de junio de 2018

Resultado de imagen de Jn 19,31-37
La muerte de nuestro Señor nos llena de esperanza y alegría, porque esa certeza, certificada por aquellos soldados que fueron testigos, nos descubre la veracidad de su Resurrección. Y certifica también el cumplimiento de las escrituras y la lanzada en su costado: Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: ‘No se le quebrará hueso alguno’. Y también otra Escritura dice: ‘Mirarán al que traspasaron’.

Todo encaja en las apariciones ante sus discípulos, les mostraba sus cicatrices y sus llagas. Y comía con ellos con el propósito de espantar que le confundieran con un fantasma. Y lógico, se le aparece a los que le esperan, aún con sus dudas y temores, pero esperanzados en comprobar y entender lo que Jesús les había dicho.

También nosotros vivimos en esa esperanza. Creemos en el Señor y, sustentados en el Espíritu Santo, aguardamos el momento de estar en su presencia. Llegará nuestra hora y será ese momento el día más glorioso y el final de nuestra esperanza, porque entonces todo se hará real y no nos hará falta ni esperanza ni fe. ¡Alabado y Glorificado sea el Señor!

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