miércoles, 18 de julio de 2018

Resultado de imagen de Mt 11,25-27
El niño endurece su corazón en la medida que se hace adulto y, en el camino, va dejando toda su inocencia, toda su sencillez y humildad. Se hace soberbio y sabio y discute todo aquello que no le satisface o no entiende. Ha perdido esa confianza en aquel que le habla en verdad y le muestra cariño y justicia.

No se trata de abrirse a cualquier palabra, ni de entregarse al primero que trata de seducirte con artimañas y falsas promesas. Se trata de tener bien abierto los ojos, pero sin perder la sencillez, la humildad y la apertura a todo aquello que se apoya en la verdad y en la justicia.

Se trata de conservar un corazón puro, confiado y humilde en escuchar la Palabra de Dios. Una Palabra que te libera, que te acaricia, que te habla en verdad y justicia y que busca tu bien y tu salvación eterna. Una palabra que entra sólo en la casa de los humildes y sencillos.

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