sábado, 28 de julio de 2018

La vida es un continuo crecimiento. Nacemos para crecer y desarrollarnos y nuestro desarrollo abarca varias etapas a través de las cuales conseguimos la madurez y el estado adulto. Si bien hay una etapa que da dolor de cabeza y escapa a nuestro dominio. Son los tiempos del despegue del la unidad familiar.

Llega el momento que los hijos inician la separación de sus padres. Se distancian y empiezan a manejarse ellos solos. Eligen sus ambientes y sus padres pierden la estela de sus caminos y de su obrar. Están en manos, y lo saben sus padres, de la cizaña que también va con ellos y que les amenaza con desorientarle y cambiar el rumbo de sus vidas.

Y nos experimentamos impotentes y desesperados. No sabemos qué hacer ni cómo actuar. Podemos precipitarnos y al tratar de arrancar la cizaña arrancar también los sentimientos y valores de tu hijo. Mejor es dejarlo crecer y llegado el momento que lo necesiten ayudarles a separar lo malo para que crezca lo bueno. No sabemos si será tarde, pero de momento, dales tu ejemplo, reza por ellos y ponte en Manos de Dios.

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