miércoles, 4 de julio de 2018

Resultado de imagen de Mt 8,28-34
No siempre el hombre responde al deseo de ser libre. Hay momentos que prefiere la esclavitud. El pueblo judío, liberado del yugo de Egipto, ante el paso y las dificultades por el desierto llegó a desear tener las seguridades que le ofrecía Egipto a pesar de sentirse sometido y esclavo.
                    
¿No nos pasa a nosotros algo parecido hoy? Preferimos las comodidades, la seguridad económica y el bienestar antes que compartir con los que vienen de afuera o los que ya están al margen de ser productivos y demandar atenciones y cuidados. Y reaccionamos queriendo regular tanto los nacimientos como las muertes de los más viejos.

Sí, eso ocurrió en aquella región de los gadarenos cuando expulsaron a Jesús por la pérdida de los puercos. Valoraron más la pérdida económica que la liberación de aquellos endemoniados. También nosotros, después de dos mil años seguimos actuando de la misma forma. Poco hemos cambiado, y es que si damos la espalda al Señor perdemos el verdadero sentido de nuestra vida.

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