jueves, 9 de agosto de 2018

La vida que Jesús nos propone también tiene un coste. Es gratuita, es decir, no hay que comprarla. Se nos regala, pero sí tiene un coste y hay que costearlo. Un coste que tiene unas herramientas específicas que Jesús pone a nuestro alcance: la oración, la Eucaristía, su Palabra, el sacramento de la Reconciliación…

Son esas herramientas las que nos van a permitir tener nuestro corazón ardiente, deseoso de un encuentro con Jesús cada día y en constante vigilancia de su presencia. Por lo tanto, cuidemos nuestros corazones y nuestras almas, porque no se pueden tener encendidas y ardientes de cualquier forma.

Las tentaciones y seducciones del mundo están vigilantes para aprovechar cualquier despiste, acedia o bajón que tengamos para desengrasarnos y romper nuestra dinámica de perseverancia. No nos dejemos engañar ni seducir por el Maligno que quiere dormirnos. Pongámonos a preparar nuestros corazones para esperar vigilantes la venida del Señor.

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