martes, 4 de septiembre de 2018

La autoridad que desprendía Jesús estaba sustentada en su Palabra y sus obras. La una se correspondía con la otra y lo que decía con tanta seguridad, firmeza, sencillez y humildad, sin ansias de lucimiento, tocaba el corazón de todos aquellos que la escuchaban.

Decimos muchas palabras cada día, pero muchas las decimos sin sentirlas, como fórmula rutinaria y acostumbrada. No sale nuestras palabras del corazón, y cuando lo hacen se nota y llegan al corazón del otro. De eso todos tenemos vivencias y recuerdos.

Solemos decir: ¡has hablado con emoción y hemos notado que tus palabras salían del corazón! Y lo decimos hasta con cierta emoción nosotros también. Es la prueba que cuando lo que decimos sale de dentro en verdad y compromiso, la palabra llega al otro. ¿Realmente hablamos y actuamos así en nuestra vida?

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