lunes, 17 de septiembre de 2018

La compasión es la que salva al mundo. Porque, el hombre compasivo se preocupa por su prójimo y se interesa por su bienestar. Aquel centurión sentía compasión y preocupación por su siervo y quería ayudarle. Ello le llevó a preguntar por Jesús y suplicarle, aunque no era digno de que entrara en su casa, que sanara a su siervo.

El mundo sería mejor si todos tuviésemos compasión del otro. Sobre todo del que sufre y lo pasa mal por carecer de los medios necesarios para aliviarse. Ese es el mayor milagro y triunfo de la Cruz, el hacernos experimentar en nuestro propio dolor el dolor de los demás despertando nuestra compasión y solidaridad.

Hagamos como el centurión, preocuparnos por construir un mundo mejor a partir de nuestra propia solidaridad, nuestra compasión y preocupación por todos los que sufren y necesitan de nosotros. Pero, sobre todo, suplicando y junto a Jesús, que con su poder cura y sana todos nuestros males transformando nuestro corazón endurecido en un corazón tierno, compasivo y generoso.

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