sábado, 27 de octubre de 2018

Nos cansamos y hasta damos lo deseado por perdido. Para que seguir si ya no hay remedio. Esa persona ya está hundida y difícilmente se levantará. Y aunque pensamos que siempre puede haber una esperanza, lo damos por terminado o, dicho de otra forma, dejamos de esperar.

La experiencia nos dice que esa es la realidad. Vemos a muchos dependientes que, ayudados a liberarse de la dependencia, vuelve al pozo y quizás con más fuerza. Experimentamos lo duro que tendrá que ser eso para muchas personas que no logran liberarse.

Sin embargo, nuestro Padre Dios, Padre de todos los hombres, espera y su paciencia es infinita. Eso nos debe animar a todos, a los esclavizados y a los más liberados. Nos debe motivar a ayudarnos y a estar siempre disponible para no ahuyentar sino para acoger y ayudar a levantarse.

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