Sucede que apoyamos nuestra vida en nuestras fuerzas y
pensamos que sólo con trabajo podemos lograr que las cosas salgan. Y es verdad
que el trabajo es valioso y necesario, pero también toda Palabra que sale de la
boca de Dios. Sin la escucha atenta a esa Palabra no lograremos dar frutos de
eternidad.
Conviene apoyarse en una para producir la otra. Sin la
oración y la escucha a la Palabra de Dios no podemos sembrar buena semilla que
dé buenos frutos. Una razón fundamenta lo expuesto: nuestra limitación.
Nosotros nos equivocamos y Dios no; nosotros estamos sujeto al error, y Dios
no. Necesitamos su sabiduría para saber conducirnos por el mundo.
Hay
días que las tareas nos abruman y nos sobrepasan. Andamos inquietos y
desesperados y experimentamos la sensación que el mundo se nos viene encima.
Posiblemente, necesitamos tranquilizarnos y serenarnos y sentarnos, como María,
a los pies del Señor a escucharle. Su Palabra nos dará paz y armonía en nuestro
quehacer diario.
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