Sabemos por experiencia que
somos débiles y propensos a caer en cualquier momento. Estamos tentados y
seducidos por nuestra naturaleza humana, y este mundo tiene muchas tentaciones
que nos apetecen y nos inclinan a cometer ofensas contra nuestros semejantes.
No es fácil mantenerse fuera
del alcance de la tentación. Sin embargo, tenemos una voluntad que nos ayuda a
sostenernos firmes y rechazar esas tentaciones seductoras. Y también tenemos al
Espíritu Santo que nos protege y fortalece. En Él siempre venceremos.
Siempre tendremos que estar vigilantes y dispuestos a
la lucha, y eso significa estar dispuestos al perdón. Necesitamos ser
misericordiosos y abiertos a perdonar. Porque, precisamente, por la
misericordia de Dios somos también nosotros perdonados y salvados, siempre que
también presentemos nuestro arrepentimiento.
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