martes, 15 de enero de 2019

Los tiempos van cambiando y, afortunadamente, el hombre va perfeccionándose. Hoy, la autoridad se entiende de otra manera. No se gana con poder ni con la fuerza. La autoridad se gana con la verdad y con las obras que, emanadas de la justicia, generan bienestar, salud y felicidad.
                                  
Los hombres admiran y reconocen a aquella persona que actúa de forma justa y con verdad, y que procura el bien y defiende siempre la verdad. Y, aún, es misericordioso con los más débiles, excluidos y marginados.

Esa forma de actuar desprende admiración y, acompañada de curaciones y buenas obras, dan la autoridad que, en Jesús, sorprendía y asombraba. Todos quedaban admirados de la forma que enseñaba y de lo que hacía. Y, sobre todo, cómo lo hacía.

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