Por eso, la libertad tiene
gran mérito y valor. La libertad de decidir y escoger el bien y la verdad. La
libertad de fiarte y confiar en lo que te dicen y prometen. La libertad de
someterte a la palabra en el que tú confías.
Así fue la anunciación: Al
sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa
de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo.
«El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de
nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu
pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella
que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
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