En algunos momentos piensas
que la suerte de otros obedece a su mala conducta, y tu buena suerte se debe a
lo bueno que eres. Creerte mejor que otros es una gran equivocación, pues no
hay nada que lo justifique. Tus buenos actos se deben a la Gracia de Dios, y
lejos de Él todo es oscuridad.
Por lo tanto, reconocernos
pecadores como los demás es un primer paso para tratar de empezar a cambiar
para mejor. Y cambiar siempre por la Gracia de Dios e injertado en el Espíritu
Santo. Solos no podremos hacer nada.
Por eso, nuestros esfuerzos
deben ir en la línea y actitud de conversión. Y esa conversión exige cambios y esfuerzos
para dejarnos modelar por la Gracia de Dios. No somos mejores que nadie, pero
podemos mejorar siempre que creamos en la Palabra de Dios y nos dejemos guiar
por el Espíritu Santo.
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