Es difícil entender como
muchos hombres y mujeres tienen los ojos cerrados y no se dan cuenta de lo
infructuoso que es su vida y su trabajo. De nada les vale conquistar el mundo
si pierden lo más valioso e importante: Su alma para la vida eterna.
Todo es tiempo perdido, y la
vida no tiene mucho tiempo. Se gasta muy rápidamente y no es fácil recuperarlo.
Es verdad lo que decimo, el tiempo es oro. Por eso, conviene despertar y darnos
cuenta que sólo volviendo a Dios podemos encontrar el verdadero Tesoro.
Ese Tesoro que nunca se gasta
y que nos lleva a gozar eternamente de una Vida Eterna junto al Padre. Es, en
el fondo de nuestro corazón, lo que tenemos grabado y lo que todos deseamos,
aunque muchos, como los de Emaús, no se den cuenta. Pidamos el encuentro con el
Señor para, como los de Emaús, despertar y regresar a Casa.
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