Buscamos siempre el interés
material y pasamos por alto todo lo demás. Nuestras necesidades espirituales
nos son ajenas y no advertimos sus necesidades. Destacamos en Jesús sus signos
de poder para saciar nuestra hambre y eso es lo que nos atrae y por lo que le
buscamos.
Somos necios, pues no
advertimos que todo esto de aquí abajo es perecedero y sus días están contados.
Para qué tanto afán y tanta búsqueda si al final todo se desmorona y termina
desapareciendo. Todo lo que perece no tiene gran valor.
Importa, entonces, lo que da
la Vida Eterna. Es de eso de lo que nos habla Jesús. El alimento perdurable que
no desaparece nunca sino que nos alimenta hasta la Vida Eterna. Es ese alimento
el importante y el que vale la pena buscar.
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